Hace unos meses tuve la oportunidad de asistir al curso de Large-Scale Scrum (LeSS) impartido por Craig Larman, escritor de unos cuantos libros de culto en el mundo del desarrollo de software y el escalado de Agile, y uno de los 20 mayores influenciadores en toda la corriente Agile en el mundo. Os podéis imaginar que no nos dejó indiferente a los asistentes con muchos de sus comentarios y experiencias durante el curso.
Una de las anécdotas que más me llamaron la atención fue cuando Craig nos contó un poco de la historia detrás de cómo se había gestado el Manifiesto Ágil y lo que sucedió en esa estación de esquí de Utah en 2001. Aunque él no fue uno de los firmantes como tal, sí que mantiene una buena relación con gran parte de los firmantes, por lo que su testimonio es bastante fidedigno.
Lo que Craig nos contó es que cuando estaban allí reunidos todos los asistentes para decidir qué nombre darle a esta nueva corriente, que muchos de ellos ya llevaban practicando desde hacía años, curiosamente se plantearon una primera opción sugerida por Jim Highsmith de llamarle “Adaptive”.
Parece que todos estaban bastante alineados en que Adaptive era un buen nombre, ya que una de las piedras angulares del manifiesto era la de la adaptación al cambio, ya que este, como tal, simplemente sucede sin que podamos más que tratar de adaptarnos de la manera más rápida posible.
Pero, sorprendentemente en lugar de Adaptive finalmente se impuso la palabra Agile. ¿Sabéis por qué? Entre otros motivos porque Jim Highsmith tenía la marca Adaptive SD, además de que un año antes había publicado un libro llamado “Adaptive Software Development: A Collaborative Approach to Managing Complex Systems” (2000). Parece que si le daban a la corriente el nombre de Adaptive, Jim les iba a sacar ventaja competitiva y, por ello, decidieron darle otro nombre un poco más “neutral” (menudo son los americanos para esto de hacer negocios).
Siempre he pensado que Agile era un mal nombre y ahora se porqué se le dio en lugar del que realmente le correspondía, Adaptive. Una de los malentendidos más extendidos con la filosofía Agile es que la gente acude a estos enfoques buscando mayor rapidez en los procesos y la entrega (de software o cualquier otra cosa si el ámbito es diferente) cuando justamente su origen no está en enfocarse a esa rapidez de entrega y velocidad de construcción si no en la velocidad con la que nos adaptamos a los cambios. Adaptación es la clave de todo.
Siempre que hablo de Agile (Ágil ó Agilidad en español) me gusta definirlo como la capacidad de adaptación al cambio con la menor fricción posible. Pero, ¿cómo conseguirlo?
Desde hace algún tiempo suenan mucho diferentes marcos de escalado de Agilidad como LeSS, SaFE, DAD o Nexus. No voy a meterme a comparar cual es mejor o peor, aunque la conclusión de este artículo me gusta bastante. Desde mi humilde opinión creo que las empresas que mejores resultados obtendrán en la adaptación al cambio serán aquellas que traten de “Descalar” sus estructuras complejas, sus jerarquías infinitas, es decir, traten de reducir o eliminar lo que no aporta mucho valor al cliente y sí de fomentar otro tipo de estructuras que permitan una toma de decisiones más óptima, empoderando a las personas para que aumenten su autonomía y responsabilidad dentro de la organización.
Me gustan mucho estos dos gráficos del libro Organize for complexity de Niels Pflaeging donde se indica la diferencia entre los modelos de toma de decisiones centralizados y los descentralizados. Las organizaciones actuales requieren de estructuras más “circulares” donde los equipos que están en contacto continuo con el mercado puedan tomar decisiones de una manera autónoma y responsable.
Diferencia entre los modelos de toma de decisiones centralizados y descentralizados.
La agilidad nos habla en este sentido de equipos auto-organizados que colaboran por conseguir un objetivo común, eso quizás sea de lo que va esto de la Agilidad, de adaptarse al cambio tratando de colaborar y dando a las personas la confianza y el ecosistema necesario para que puedan decidir de la mejor manera posible sin olvidarnos de que el fin último es entregar valor de manera continua (de forma iterativa e incremental mucho mejor) y no de ir más rápido per se.
Y es que ya lo decía yo, que Agile siempre fue un mal nombre.
Me gusta tu visión 🙂 Tomo nota…
Os sigo. Un saludo.
nice.
Como siempre, impecable