Hace unas semanas comentábamos los aspectos que no están cubiertos por las metodologías tradicionales en los que Agile nos es de gran ayuda.
Veíamos por encima los cuatro valores del Agile Manifesto; en estos próximos artículos, iremos más en detalle a ver en qué consisten y algunos ejemplos de la vida real que seguro que os resultan familiares. En la anterior entrega vimos el primero.
Una cuestión importante que conviene tener en cuenta antes de repasar esos valores es que no se trata de descartar los aspectos tradicionales (a la derecha) sino, más bien, de conceder más importancia a otros, que estimamos fundamentales (los de la izquierda).
El segundo de los valores del Manifiesto Agile: entrega de valor.
Valor 2: Software Funcionando por encima de Documentación Extensiva..
Una de las cuestiones que más rápidamente surge en las conversaciones sobre Agile en entornos de Desarrollo de SW es la supuesta norma que invita a no documentar. En versión corta, no es verdad; no se trata de no documentar.
En realidad, esta preferencia que se manifiesta nos ayuda a enfocarnos en la entrega de una pieza de valor que resuelve una necesidad del cliente. Creemos firmemente que hay que tangibilizar, y que lo aprendido debe quedar registrado para su uso en el futuro, para utilizarlo como referencia, para hacerlo parte de las importantísimas lecciones aprendidas… pero entendemos que lo más importante es que el cliente reciba esa pieza de valor, ese SW funcionando.
La entrega de esa pieza de valor cumple varios objetivos, entre otros:
- Da al cliente final algo más tangible que la documentación; le da algo que puede usar.
- Permite que el cliente proporcione al equipo feedback que le permita orientar su trabajo hacia las necesidades de aquél.
- Refuerza la confianza del equipo en sus propias capacidades.
- Favorece la relación entre el cliente y el equipo, porque puede tocar el producto.
Nos ha pasado. Tenemos una entrega de importancia y poco tiempo para llevarla a cabo. El equipo está en flow: todos sabemos qué queremos hacer, entendemos qué quiere el cliente y hemos encontrado nuestra cadencia… no notamos pasar las horas, las líneas brotan de nuestros dedos como un interminable manantial, y parece que vamos a llegar aunque con el tiempo justo… entonces sucede. Se escucha la voz temblorosa, en un hilo, de José Manuel: “eeeem… habría que documentar esto antes de que acabe el plazo, no? Digo.”. Escalofríos. Ardor de estómago. Ya no vemos la cima como algo próximo ni sentimos esa inyección de energía que aparece cuando estás a punto de terminar, lo que haces es bueno, y encima es lo que el cliente quiere. Ahora tienes sudor en las manos porque sabes que te toca emplear las próximas horas en generar un mastodóntico documento… esas horas que iban a servir para terminar a tiempo, saliendo a tu hora y ver a los tuyos. Si no entregas la pieza de SW y la documentación, sabes que no te lo van a aceptar. Y sabes que no te va a dar tiempo. Otro fin de semana que vas a pasar, no creando ni aportando valor, sino en la redacción pura y dura.
Es por eso que creemos que, en situaciones en las que el tiempo está limitado, es preferible emplear ese tiempo en entender las necesidades del cliente y transformarlas en algo real que en la redacción de interminables documentos y en el diseño de visuales y atractivas maquetas.
¿Qué os parece? ¿os habéis encontrado alguna vez en esta situación? ¿Cómo lo habéis gestionado?
La próxima vez que nos veamos será para charlar en detalle acerca del tercer valor: Colaboración con el Cliente por encima de Negociación Contractual. Para no perder la costumbre, incluiré algún ejemplo que, a buen seguro, podremos asociar con alguna experiencia propia.
Como siempre, estaremos encantados de atender vuestros comentarios, anécdotas, sugerencias… a través de este Blog, de Twitter, Facebook y LinkedIn.