Cuando en Thinking With You acompañamos a organizaciones en un cambio de cultura, nos encontramos con que hay tabúes o situaciones de las que no se puede o no hay valentía de hacerlo explícito cuando se manifiestan. Una de esas situaciones o circunstancias es la sumisión o derivados.
En plena reunión alguien dice “Deberíamos tener la release para la próxima semana aunque con ello tengamos que penalizar un poco la calidad”. De repente se hace el silencio, se congela el aire de la sala y un matojo inquietante atraviesa la mesa en el silencio de todos los allí presentes. Todos saben que no es posible tener una versión estable y de calidad en siete días y nadie dice nada. Aquí “No” es una respuesta posible.
«No» es una respuesta posible.
Otras situaciones, que afectan a la productividad, son las interrupciones. Un miembro del equipo está concentrado sacando adelante una tarea y otro compañero se acerca: “¿me puedes echar una mano?”. El primero, expulsado de su estado de flow, se levanta rumiando entre dientes su malestar y deja lo que está haciendo. Aquí “No” es una respuesta posible.
Está instaurado en ciertas culturas organizacionales (y sociales) que decir no a una petición es de mala educación o de ser egoísta, sin embargo, es muy saludable en muchos sentidos utilizarlo. Decir no a una interrupción permite mantener el foco y que la productividad no se vea penalizada. Decir no a una release con baja calidad permite que la entrega de valor sea de calidad. Decir no a una forma de trabajo puede abrir la puerta a una nueva forma de trabajar.
Tenemos asociado decir no como algo global. Me gusta decir que en toda respuesta negativa hay una respuesta positiva. “No vamos a hacer esa release la semana que viene” está diciendo que sí a la calidad. “No puedo ayudarte ahora” está diciendo sí a estar enfocado y sacar las tareas lo antes posible. Otro punto de conflicto cuando respondemos no, es que entendemos el no como un no a todo. Ante una interrupción puedo decir “ahora no” y ante una release de calidad puedo decir “no, con toda la funcionalidad”. De esta forma no cierro la puerta a negociar o expresar mis necesidades sin pisar la de los demás.
Atrás quedó la cultura de la sumisión y del ordeno y mando. Vivimos en una época en la que como profesionales se nos pide (exige) aportar nuestra visión experta y si a todo decimos sí, ¿qué valor estamos aportando?